La terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por los Movimientos Oculares) se ha consolidado como una intervención eficaz para el tratamiento del trauma y otros trastornos psicológicos. Cada vez más personas se preguntan cómo se hace la terapia EMDR y qué pueden esperar del proceso. Este enfoque, avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), permite procesar experiencias dolorosas de manera segura y transformadora. A continuación, exploramos en detalle cómo se realiza esta terapia paso a paso.
EMDR es un enfoque psicoterapéutico desarrollado por Francine Shapiro en 1987. Su objetivo es ayudar a las personas a procesar recuerdos traumáticos o perturbadores mediante la estimulación bilateral del cerebro, normalmente a través del movimiento ocular, sonidos alternados o golpeteos suaves (tapping).
Numerosos estudios han demostrado su eficacia para tratar:
Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)
Ansiedad generalizada
Fobias
Trastornos disociativos
Duelo complicado
Trastornos de apego
(Fuente: American Psychological Association, 2017; WHO, 2013)
El protocolo EMDR se estructura en ocho fases claramente definidas. A continuación, detallamos cada una de ellas para comprender cómo se hace la terapia EMDR en consulta.
En esta primera fase, el terapeuta realiza una recogida exhaustiva de la historia de vida del paciente, prestando especial atención a experiencias traumáticas, acontecimientos significativos y síntomas actuales. Se exploran áreas como el desarrollo infantil, relaciones familiares, eventos vitales estresantes o repetitivos, y posibles factores que puedan estar manteniendo el malestar emocional.
A partir de esta evaluación, se establecen los objetivos terapéuticos y se identifican los recuerdos o situaciones que serán abordados a lo largo del tratamiento. Esta etapa es esencial para diseñar un plan personalizado y seguro, adaptado a las necesidades específicas de la persona.
Durante esta fase, el terapeuta explica al paciente en qué consiste la terapia EMDR, cómo se estructura y qué se puede esperar de cada sesión. Se resuelven dudas, se clarifican mitos y se establece un vínculo de confianza que servirá como base segura para el trabajo emocional profundo.
Además, se entrenan técnicas de regulación emocional, como la visualización de un “lugar seguro” o ejercicios de respiración, que servirán como recursos para afrontar cualquier malestar que pueda surgir durante o entre sesiones. Este entrenamiento previo empodera al paciente y lo prepara para enfrentarse con mayor seguridad al proceso de reprocesamiento.
Una vez que el paciente está preparado, se procede a identificar el recuerdo específico que se va a trabajar. El terapeuta solicita que el paciente seleccione una imagen representativa del recuerdo perturbador y que se conecte con las emociones, sensaciones corporales y pensamientos negativos asociados a ese momento. Al mismo tiempo, se define una creencia positiva deseada que se quiere integrar en su lugar.
Para evaluar el impacto emocional del recuerdo, se utilizan escalas subjetivas como la SUD (para medir el nivel de malestar) y la VOC (para valorar la creencia positiva), herramientas que permitirán medir el progreso durante la terapia.
Esta es la fase central del proceso EMDR. El paciente se concentra en la imagen, emoción y sensación corporal asociada al recuerdo mientras el terapeuta guía una estimulación bilateral. Esta estimulación puede realizarse mediante movimientos oculares, sonidos alternados o tapping (pequeños golpecitos rítmicos).
A medida que avanza la estimulación, el cerebro comienza a reprocesar la información, y pueden surgir nuevas asociaciones, recuerdos, emociones o sensaciones físicas. Este proceso no se fuerza, sino que se permite que fluya de forma natural, facilitando la reducción del malestar emocional vinculado al recuerdo.
Cuando el nivel de perturbación del recuerdo ha disminuido considerablemente, se procede a instalar la creencia positiva que se trabajó en la fase de evaluación. El objetivo es que el paciente no solo piense esa creencia (por ejemplo, “estoy a salvo”), sino que realmente la sienta como verdadera. Para ello, se aplica nuevamente estimulación bilateral, favoreciendo que la nueva información adaptativa se integre profundamente en el sistema de memoria del paciente.
Después de instalar la nueva creencia, se realiza un escaneo corporal para detectar si aún quedan sensaciones físicas desagradables asociadas al recuerdo original. El paciente presta atención a su cuerpo y comunica si siente tensión, incomodidad o cualquier otra respuesta. Si es así, se continúa con estimulación bilateral hasta lograr que el cuerpo responda con una sensación de neutralidad o bienestar. Esta etapa es importante porque muchos traumas se almacenan a nivel somático, y su liberación completa es clave para una recuperación duradera.
Cada sesión finaliza con una fase de cierre en la que se garantiza que el paciente termina emocionalmente regulado. Si queda alguna carga emocional, se utilizan técnicas de relajación o visualización para recuperar el equilibrio. Además, el terapeuta explica que pueden surgir reacciones emocionales entre sesiones y ofrece estrategias para manejarlas, como anotar pensamientos, practicar ejercicios aprendidos o contactar si fuese necesario. Este cierre cuida del bienestar del paciente y consolida la confianza en el proceso.
En la siguiente sesión, se realiza una revisión del recuerdo trabajado anteriormente. El terapeuta evalúa si los cambios cognitivos y emocionales se han mantenido, y si el recuerdo sigue generando malestar. En caso de ser necesario, se realiza un repaso o se continúa el procesamiento. Si el recuerdo ya no causa perturbación, se avanza al siguiente objetivo terapéutico previamente identificado. Esta fase permite valorar la eficacia del trabajo realizado y planificar los siguientes pasos dentro del proceso terapéutico.
Cada experiencia es única, pero muchos pacientes cuentan las siguientes experiencias en terapia:
Revivir brevemente emociones intensas.
Cambios rápidos en las asociaciones mentales.
Sensación de “liberación” o alivio emocional tras la sesión.
Integración de nuevas perspectivas sobre lo vivido.
Es importante saber que el proceso está guiado por un terapeuta especializado y se adapta a las necesidades individuales.
Estudios científicos respaldan sus efectos positivos:
Reducción significativa de síntomas de TEPT en menos sesiones que otras terapias tradicionales.
(Bisson et al., 2013; Van der Kolk et al., 2007)
Mayor estabilidad emocional a largo plazo.
Mejora en la autoestima y en la percepción del pasado.
Saber cómo se hace la terapia EMDR permite desmitificar el proceso y prepararse con confianza. Esta terapia ofrece una vía eficaz y respetuosa para sanar experiencias del pasado, reconectar con el presente y avanzar hacia el bienestar psicológico.
En la consulta de Inmaculada D. Ángel, aplicamos EMDR con un enfoque seguro, personalizado y profesional, ayudando a nuestros pacientes a superar traumas, bloqueos emocionales y heridas profundas.
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