Empezamos a valorar algo más, cuando percibimos que lo podemos perder, esto ocurre debido a una serie de razones psicológicas y emocionales; esta tendencia a asignar más valor a algo que está en peligro de desaparecer es un fenómeno interesante y universal que tiene profundas raíces en la psicología humana.

En primer lugar, la escasez desempeña un papel fundamental en este proceso; cuando percibimos que algo es escaso o que podría agotarse, inmediatamente lo consideramos más valioso, la escasez nos crea una sensación de exclusividad y rareza, que hace que aumente su atractivo.

Esto es evidente en situaciones cotidianas, como las ofertas de tiempo limitado o la búsqueda de objetos de colección difíciles de encontrar; cuándo nos resulta difícil de conseguir o podría desaparecer, lo valoramos más porque sabemos que no es algo que esté disponible constantemente (cuestión totalmente extrapolable a las relaciones románticas)

La psicología de las pérdidas juega un papel importante en este proceso; Daniel Kahneman, un destacado psicólogo, propuso la teoría de las pérdias en su teoría de Prospectiva y Teoría de las Perspectivas; esta teoría sugiere que las personas valoran las pérdidas más que las ganancias equivalentes, cuando percibimos que algo está en peligro de desaparecer, sentimos la amenaza de una pérdida, y esta sensación puede ser emocionalmente poderosa, La aversión a las pérdidas nos impulsa a valorar más lo que tenemos y a tomar medidas, para poder evitar esa pérdida.

Además de lo anteriormente citado, nos encontramos con la “Adaptación hedónica” las personas tienden a adaptarse a las circunstancias y a tomar las cosas por sentado, cuando las tienen de manera constante, esto significa que, con el tiempo, tendemos a subestimar el valor de lo que poseemos, sin embargo, cuando surge la posibilidad de perderlo, esta adaptación se rompe, y de repente, nos damos cuenta de lo que está en juego y comenzamos a apreciar más lo que tenemos y podemos perder.

Cuando percibimos que algo que valoramos emocionalmente está en riesgo, experimentamos emociones intensas como la ansiedad o el miedo a perderlo, estas emociones pueden intensificar nuestra apreciación por lo que tenemos y llevarnos a valorarlo más profundamente.

En resumen, nuestra tendencia a valorar más algo, cuando percibimos que lo podemos perder, es una respuesta compleja impulsada por la escasez, la aversión a las pérdidas, la adaptación hedónica, el significado emocional y la reflexión sobre nuestros valores, toda esta interacción de factores psicológicos y emocionales ilustra cómo nuestras percepciones y valores pueden cambiar cuando enfrentamos la posibilidad de perder algo que damos por sentado.

 

Resulta esencial aprender a valorar lo que tenemos, implica un cambio en la perspectiva y una práctica continua de la gratitud y la conciencia del presente, desarrollando estrategias que desarrollen conciencia de todo lo bueno y experiencias que ya forman parte en tu vida.

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